Lectura del texto de B e r n a r d S e y n h a e v e :
L a i n s t i t u c i ó n , e n c u e n t r o d e t e r m i n a n t e p a r a e
l n i ñ o .
Seynhaeve cita a Eric Laurent en su
texto: la Lettre Mensuelle 121, en relación con la creencia neurótica de que:
“es su consciencia la que crea la serie de leyes” o de que “el Otro con quien
se relaciona, es el de un determinismo que lo aligera de su deber”. El
analizante, al escribir su historia al hilo del análisis, puede llegar a la
misma conclusión: 'cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual'. Sin
embargo, refiere la propuesta de Laurent según la cual es lícito rehusar la
implicación de un determinismo universal, inscribiendo el futuro como un
conjunto de posibles. Hacer que el sujeto localice el mal encuentro con el
objeto. Cita nuevamente a Laurent: “El real se agrega o se transforma en efecto
de una estructura de encuentro, de una tyche que implica al sujeto.” Que le
permite ubicar la manera en que “es tomado en su ser por el orden simbólico” y
destituir el “ya estaba escrito” y al sujeto supuesto saber.
En la psicosis no
hay destitución posible del sujeto supuesto saber porque el sujeto parte de la
certeza, no de la suposición. El sujeto psicótico hace un esfuerzo permanente
por ponerse a salvo del Otro. No tiene otra elección posible que la de la
regularidad de su existencia. Seynhaeve presenta los dos casos siguientes en el
contexto de una pregunta por el margen de maniobra posible para un sujeto
psicótico.
Caso Nora. Nora, de 14 años, se
muestra indiferente, “neutra” con su padres. Por decisión judicial, vive con
una familia de acogida. Ha debido dejar la escuela por su comportamiento: roba,
falta a clases, molesta a personas en la calle, se sube a sus coches.
Encuentra excusas para no comer: no
tiene cuchillo, no tiene tenedor; incluso, no tiene vecino. El padre ve en ello
una oposición. Ella dice que no come porque 'la rezongan'.
En la entrevista que sostiene con
Seynhaeve, Nora pregunta insistentemente: “¿Cómo se hace para cambiar de
familia?” Ante la emergencia social, se la admite inmediatamente a la
institución, bajo la hipótesis de un diagnóstico de histeria sostenido en el
relato de su padre y en su anorexia. Se preguntan si juega con el rehusamiento
de los alimentos como si se tratara de su deseo. En la lectura retrospectiva
del caso, Seynhaeve advierte que toman la demanda de Nora a la letra. Una vez
en el Le Courtil, ella tiene dificultades para dormir, dice que alguien la
molesta de noche. Oye gritar en su cabeza, pide que dejen de hacer ese ruido.
Durante los talleres, dice que “hay que tirar” sus producciones y lo hace. Acto
seguido, pregunta: “¿Quién tiró eso?” “Hay que guardarlo.”
Nora no se muestra dividida como un
sujeto neurótico, no se muestra hesitante ni tampoco se interroga por el deseo
del Otro al romper su trabajo. Está dividida entre dos voluntades por el
imperativo contradictorio: tirar / guardar. Va quedando atrapada en este
tirar-guardar, en un ir y venir inscrito en lo real. Esto aparece en acto y las
salidas se le van haciendo primero penosas y después imposibles. Empieza a
rehusarse a volver a casa los fines de semana y se le encuentra un lugar en la Maison
de Weekend,
para pasar los dos días de asueto. Con el tiempo, pide quedarse sola en su habitación
los fines de semana y comienza a vivir todo cambio de entorno como
persecutorio. Hay un rechazo masivo del Otro que la lleva progresivamente a
negarse a ir a casa, a la Maison de Weekend, a la escuela y a participar en las
actividades del centro. En estos momentos, Nora se pierde, yerra, escapa de la
institución sin ningún sentido del peligro. Hay una degradación continuada de
su estado y es hospitalizada. Deja le Courtil para entrar en una institución de
orientación pedagógica, a todos efectos autoregulada. Al despedirse dice:
“Vuelvo a casa”. Hay un retorno a la pregunta original, que no ha podido
elaborar: “¿Cómo se hace para cambiar de familia? No quiero quedarme en casa de
mis padres, quiero quedarme aquí incluso el sábado y el domingo.”
Seynhaeve se pregunta por las
posibilidades que se hubieran abierto si el caso se hubiera tratado de otra
manera. Si se hubieran efectuado una serie de entrevistas preliminares en un
intento de movilizar la demanda. Si en el traslado entre casa e institución se hubiera
podido instaurar una pulsación en el real de ese ir-y-venir. No puede saberse
dice, pero el diagnóstico hubiera sido otro que el de histeria.
Caso Nicolas. Nicolas tiene 8 años y
sus problemas comienzan con el regreso a clases. Recibe insultos en la escuela:
“Vé a joder a tu abuelo” y fuera de ella, camino a casa. Se entendía muy bien
con su abuelo, quien murió semanas antes. La dimensión creciente de los
insultos hace que le sea insoportable permanecer en la escuela. Pide con
insistencia ser admitido en le Courtil y recibe decepcionado la negativa de una
aceptación inmediata. En la escuela, tiene problemas para integrarse, molesta
al grupo y se lo define como un niño que puede ser violento y que injuria a los
demás. El tiempo de espera que determina Seynhaeve, responde a la urgencia de
desanudar la relación entre la muerte del abuelo y los insultos; se trata de
que no se reproduzca en la institución lo que ocurre en otros sitios. Nicolas
acepta la propuesta de lectura de su demanda como el anhelo de ponerse a salvo
del hostigamiento del Otro. Conviene en tratarla con Seynhaeve, en una serie de
entrevistas preliminares.
Nicolas precisa la naturaleza de los
insultos que recibe: provienen solamente de niños cuyo nombre termina en
___chel. No obstante, en una ocasión que es insultado en el supermercado,
encuentra que sólo hay mujeres cerca. Reaparece entonces con insistencia su
demanda inicial. Una vez admitido en la institución, llega con la foto de su
abuelo. Constata con alivio que ahí no lo amenazan ni le pegan. Sin embargo, él
asume una posición de amo tiránico; amenaza y se muestra agresivo con sus
compañeros. Para poner fin a esta situación, se lo envía dos días a casa, con
el siguiente mensaje: “Esto debe cesar, es absolutamente indispensable que aquí
no se amenace ni se pegue a los
niños.” Se sitúa el goce en el lugar del Otro; diciendo 'no' al goce, sin
apuntar a la persecución del sujeto.
Nicolas hace una elaboración propia,
que lo lleva a convertirse en el policía de la institución. Puesto que todo
fallo lo remite al deseo del Otro, se aboca a completarlo asegurando el
cumplimiento literal de las reglas institucionales. Su identificación al amo
absoluto y tiránico lo sitúa en una posición de excepción, en tanto es quien
enuncia la ley y vigila su ejecución a la letra. Esto le ofrece un escape al
goce intrusivo del Otro. Ya no habla de sus fenómenos elementales, pero paga su
alivio con la dificultad de integrarse a la institución.
El interés por el taller de 'como
si' y su sensibilidad a la argumentación, abren posibilidades para hacer de la
Ley algo menos tiránico y caprichoso. Siguiendo una lógica propia, Nicolas se
pregunta por el Director de le Courtil: si participa en un taller ¿es director
o interviniente? ¿recupera su calidad de director cuando termina el taller?
Esto le permite modular su intransigencia. Pide un horario que documente la
organización de su tiempo, lo cual lo pone al abrigo de la sorpresa y de la
angustia. La sujeción al universal de este horario lo libera del capricho del
otro, pero posibilita la introducción de modificaciones. En el taller de 'como
si' juega un rol 'escrito en algún
lugar', que requiere de un vaciamiento de su deseo para intepretarlo. Esto lo
pacifica. Se le propone ser 'el mayordomo' durante las comidas, en vez de ser
'el policía'. Esto introduce para él la cordialidad que, le aseguran los
intervinientes, es característica de los mayordomos.
Nicolas obtiene un margen de
maniobra en el deslizamiento entre la función de policía -portador de la Ley y
encarnación del significante- y el rol, en el que porta las insignias que le
permiten representar al Otro. El 'como si' introduce una especie de división
subjetiva. El semblante abre el campo de lo imaginario. No es preciso ya que
encarne el significante amo, puede hacerse representar por el significante. De
tener un mueble-oficina porque “él es quien manda”, pasa a ser “un maestro
porque tengo un escritorio”.
En la neurosis, de lo que se trata
es de indicar al sujeto en qué debe rendir cuentas sobre su posición en el
orden simbólico y sobre su implicación en el mal encuentro. Hacer caer la
ilusión del Otro como determinante de la historia por venir y abrir la
ramificación existentente de S1 a toda una serie de S2 posibles. En la psicosis
se trata de posibilitar el movimiento mismo, de constituir una linealidad de S1
para dialectizar de alguna manera el significante amo al que se encuentra
identificado el sujeto. Lo que pacifica a Nicolas no es tanto que hacerse
representar por el significante 'mayordomo' resulte más soportable, más acorde
al principio de la realidad; sino la posibilidad misma de poderse deslizar bajo
otro significante. Entre más deviene posible un nuevo S1, menos imperiosa
resulta la necesidad del sujeto de desacompletar al Otro en lo real. Una vez
admitida Nora, ya no pudo introducirse ese latido que quizás le hubiera
permitido hallar un segundo significante.
Seynhaeve retoma el planteamiento
sobre el destino bajo la siguiente fórmula: “...en la neurosis, que una
pregunta sea posible para que se abra el campo de futuro a una multitud de
posibles. En la psicosis, que una respuesta sea posible para iniciar el
movimiento que debe des-fijar al sujeto del significante.”
Soledad Szekely
R e f e r e n c i a
Seynhaeve, B. (Noviembre 1994). L'institution,
rencontre déterminante pour l'enfant. En Destin du sujet. Feuillets du
Courtil (10): http://www.courtil.be/feuillets/f10.htm