Comentario en relación al caso de “El
niño lobo” presentado por Begoña Ansorena
Se destacó en el inicio de la reunión como el
trabajo de Begoña plasma muy bien ciertos puntos que orientan el debate en el
grupo de investigación: la presencia de la institución clínica del caso, los
conceptos teóricos que surgen en este último, la lógica del caso mismo y la
posición del analista en relación a él.
En primer lugar, se comentó la importancia
del espacio donde suceden las
sesiones. No solamente por caracterizarse por tres lugares claramente
diferenciados, sino porque es justamente cuando se produce un vaciamiento del
espacio principal (el despacho) que se producen los encuentros contingentes más
interesantes. Se remarca este punto por las posibles implicaciones que esto
puede tener en el trabajo realizado por los miembros del grupo de investigación
en las instituciones correspondientes.
En cuanto a la posición del analista, el caso permite destacar como
Rosine Lefort no se deja mover por su imaginario. No se presenta con un saber
que intenta imponer a Robert sino que en todo momento extrae un saber de las
mismas sesiones que tiene con este último. En términos filosóficos, tal saber
no aparece a priori sino
siempre a posteriori. De hecho, este saber extraído a partir
del trabajo con niños autistas tuvo efectos para la misma Rosine en su análisis
y son los que la llevaron a poder realizar su pase. Esta posición de la analista de no situarse como garante de
un saber que el niño desconoce, ese
borramiento de su presencia en las sesiones, es lo que permite
justamente a Lefort posicionarse
como objeto dinamizador a lo largo del tratamiento.
Este hecho se observa muy bien en el caso de
“El niño lobo” cuando emerge el
significante “lobo” (“le loup”). Ignoramos en un primer momento el sentido y la importancia que éste
tiene para éste último, pero
justamente es a partir de este significante que el sujeto puede unirse de
alguna manera a la comunidad de los seres hablantes e iniciar una cierta
dialéctica con Rosine que implicará rápidamente una mejora. Tal desconocimiento por nuestra parte de
su significación lo plasma claramente el extracto del texto enviado por Begoña:
“Si nos contentamos con poner en contigüidad su “lobo” con una experiencia
como esa, admitiremos entonces que se trata para Roberto con una significación
relacionada nada más que con un miedo, con un miedo a un “vozarrón” o a ser
devorado. Pero no aparece nada semejante a ese “lobo” si seguimos esa vertiente
imaginaria de la significación. Si nos referimos por otra parte a la irrupción
de su “lobo” en el momento en el que siente terror de que se vierta su pipí,
entonces somos nosotros quienes inyectamos este significado del significante
lobo por la lectura de sus reacciones, pero nada puede sostener el vínculo
intrínseco, tanto más cuanto que no se trata de una cadena de significantes,
del significante “lobo” y del significado: pipí vertido-deyección”.
Lacan destaca como la
ruptura de la cadena significante se manifiesta aquí con el aislamiento de un
solo significante, “el lobo” (“le loup”), como encarnación también del superyó. Este
significante del superyó está también en el mismo texto de la página 50 y creó
en la reunión un cierto debate. No se trata del superyó freudiano, sino de cómo
lo entiende Lacan en su seminario I (el significante “lobo” entendido como una
palabra reducida literalmente a un “truñón” como encarnación del superyó). Es
decir, como un enunciado discordante cuya ley el sujeto desconoce, como una voz
que se enuncia en contra del sujeto. Es un significante fuera de discurso,
aislado de la cadena significante y, como comentamos al inicio, opaco en cuanto
a su significación. Este significante de “lobo” también es una buena muestra de
lo que Lacan afirma, en el Seminario II, al destacar la petrificación del lenguaje en el autismo bajo un
significante.
En relación a la voz, surgió una pregunta que
deberá ser trabajada en las próximas sesiones y que hace referencia también al
comentario de Lacan de que Robert no es un niño deficitario sino alucinado:
¿Cómo explicar esta vertiente de la encarnación superyoica ante la problemática
relación del sujeto autístico con el lenguaje y, en concreto, con el objeto
voz? Y, paralelamente, ¿es posible hablar de alucinaciones auditivas en el
autismo por los mismos argumentos comentados en la pregunta anterior?
Finalmente, en cuanto a la lógica
del caso, en el debate también se incidió en el intento de castración real por
parte de Robert. El inconsciente implica siempre pasar por la alienación y la
consecuente representación del sujeto en el campo del Otro. Esto produce una
pérdida que pone en marcha una
apertura puesto que este último
irá a buscar con la pulsión un objeto que supla esta pérdida. De ahí que cuando
hay algo del lenguaje que se mueve aparece el intento de taponar algo con el
objeto. En consecuencia, una vez entrado en el lenguaje observamos una lógica,
con unas leyes propias, que no son las de la biología sino las propias leyes
del lenguaje. Esta lógica de los fenómenos aparentemente no relacionados
aparece claramente en Robert cuando una falta de castración simbólica se
traduce en un intento de castración real.
Eduard Fernández
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