lunes, 19 de noviembre de 2012

Notas de la presentación del caso Roberto

  
Comentario en relación al caso de “El niño lobo” presentado por Begoña Ansorena

Se destacó en el inicio de la reunión como el trabajo de Begoña plasma muy bien ciertos puntos que orientan el debate en el grupo de investigación: la presencia de la institución clínica del caso, los conceptos teóricos que surgen en este último, la lógica del caso mismo y la posición del analista en relación a él.
En primer lugar, se comentó la importancia del  espacio donde suceden las sesiones. No solamente por caracterizarse por tres lugares claramente diferenciados, sino porque es justamente cuando se produce un vaciamiento del espacio principal (el despacho) que se producen los encuentros contingentes más interesantes. Se remarca este punto por las posibles implicaciones que esto puede tener en el trabajo realizado por los miembros del grupo de investigación en las instituciones correspondientes.
  En cuanto a la posición del analista, el caso permite destacar como Rosine Lefort no se deja mover por su imaginario. No se presenta con un saber que intenta imponer a Robert sino que en todo momento extrae un saber de las mismas sesiones que tiene con este último. En términos filosóficos, tal saber no aparece a priori sino siempre a posteriori.  De hecho, este saber extraído a partir del trabajo con niños autistas tuvo efectos para la misma Rosine en su análisis y son los que la llevaron a poder realizar su pase.  Esta posición de la analista de no situarse como garante de un saber que el niño desconoce, ese  borramiento de su presencia en las sesiones, es lo que permite justamente a Lefort  posicionarse como objeto dinamizador a lo largo del tratamiento.
Este hecho se observa muy bien en el caso de “El niño lobo”  cuando emerge el significante “lobo” (“le loup”). Ignoramos en un primer momento el sentido y la importancia que éste tiene para  éste último, pero justamente es a partir de este significante que el sujeto puede unirse de alguna manera a la comunidad de los seres hablantes e iniciar una cierta dialéctica con Rosine que implicará rápidamente una mejora.  Tal desconocimiento por nuestra parte de su significación lo plasma claramente el extracto del texto enviado por Begoña: “Si nos contentamos con poner en contigüidad su “lobo” con una experiencia como esa, admitiremos entonces que se trata para Roberto con una significación relacionada nada más que con un miedo, con un miedo a un “vozarrón” o a ser devorado. Pero no aparece nada semejante a ese “lobo” si seguimos esa vertiente imaginaria de la significación. Si nos referimos por otra parte a la irrupción de su “lobo” en el momento en el que siente terror de que se vierta su pipí, entonces somos nosotros quienes inyectamos este significado del significante lobo por la lectura de sus reacciones, pero nada puede sostener el vínculo intrínseco, tanto más cuanto que no se trata de una cadena de significantes, del significante “lobo” y del significado: pipí vertido-deyección”.
  Lacan destaca como  la ruptura de la cadena significante se manifiesta aquí con el aislamiento de un solo significante, “el lobo” (“le loup”), como encarnación también del superyó. Este significante del superyó está también en el mismo texto de la página 50 y creó en la reunión un cierto debate. No se trata del superyó freudiano, sino de cómo lo entiende Lacan en su seminario I (el significante “lobo” entendido como una palabra reducida literalmente a un “truñón” como encarnación del superyó). Es decir, como un enunciado discordante cuya ley el sujeto desconoce, como una voz que se enuncia en contra del sujeto. Es un significante fuera de discurso, aislado de la cadena significante y, como comentamos al inicio, opaco en cuanto a su significación. Este significante de “lobo” también es una buena muestra de lo que Lacan afirma, en el Seminario II, al destacar la petrificación  del lenguaje en el autismo bajo un significante.
En relación a la voz, surgió una pregunta que deberá ser trabajada en las próximas sesiones y que hace referencia también al comentario de Lacan de que Robert no es un niño deficitario sino alucinado: ¿Cómo explicar esta vertiente de la encarnación superyoica ante la problemática relación del sujeto autístico con el lenguaje y, en concreto, con el objeto voz? Y, paralelamente, ¿es posible hablar de alucinaciones auditivas en el autismo por los mismos argumentos comentados en la pregunta anterior?   
Finalmente, en cuanto a la lógica del caso, en el debate también se incidió en el intento de castración real por parte de Robert. El inconsciente implica siempre pasar por la alienación y la consecuente representación del sujeto en el campo del Otro. Esto produce una pérdida  que pone en marcha una apertura puesto que  este último irá a buscar con la pulsión un objeto que supla esta pérdida. De ahí que cuando hay algo del lenguaje que se mueve aparece el intento de taponar algo con el objeto. En consecuencia, una vez entrado en el lenguaje observamos una lógica, con unas leyes propias, que no son las de la biología sino las propias leyes del lenguaje. Esta lógica de los fenómenos aparentemente no relacionados aparece claramente en Robert cuando una falta de castración simbólica se traduce en un intento de castración real.   
Eduard Fernández

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