Por: Marta Gutiérrez
La imagen del
cuerpo en psicoanálisis, es un texto de 1995, pronunciado por Miller durante la
conferencia de clausura de la VIII Jornadas de psicoanálisis en Andalucía.
En este texto a grosso
modo Miller, a través de la observación de un niño granadino de siete meses,
plantea lo siguiente:
- La imagen del cuerpo del Otro, es anterior a la imagen del cuerpo
propio.
- Diferencia el goce del cuerpo del goce fálico.
- El secreto de la imagen es la castración.
- La metáfora paterna como soporte de la imagen
- Introduce el concepto de una “mirada contenida dentro de la visibilidad
misma”.
La
imagen del cuerpo del Otro, es anterior a la imagen del cuerpo propio.
Miller abre con
esta hipótesis el texto y la ejemplifica, con la observación de un niño. Del
que dice:
“Vi a un niño
Granadino de siete meses que, según sus padres, no reconocía su imagen en el
espejo. Este niño, a diferencia de sus padres, no había leído el texto de Lacan
sobre el tema, y no estaba todavía en el nivel del E. del Espejo, aunque a los
siete meses sería posible; en cambio, si reconocía claramente el rostro de su
madre y de su padre, y demostraba una gran sensibilidad a las muecas de él y a
las risas de ella”
De ello constata
que, no se puede decir que el cuerpo se introduzca en el campo del goce por la
imagen del cuerpo propio, sino por la imagen del cuerpo de otros.
Así Miller, observa
que el campo visual era una fuente de goce para el bebé, asimismo, la posición
de su cuerpo al revés (como lo
ponía su padre), era algo placentero, dado que parecía conocer así, una
libidinización intensa del campo visual y según plantea Miller, esto puede tener que ver con la falta de
interés del niño, por la imagen propia (dado que no reconocía por el momento la
misma en el espejo). El niño parecía estar bajo el dominio de la imagen del
cuerpo del Otro. Entonces, es seguro que el cuerpo del otro es una imagen para
él ¿pero en qué medida él sabe que es imagen para el otro?
Lo único cierto que
sabemos, dice, es que en el nivel subjetivo, el niño es objeto: es objeto de
manipulaciones, de manipulaciones placenteras hechas para el goce de uno y del
Otro (del que lo manipula).
Diferencia
el goce del cuerpo del goce fálico.
En la observación
del niño, no hay pregunta por el sentido sino que lo que impera es una
significación de goce. Y claramente, se goza del cuerpo. Y se goza del cuerpo
en su totalidad, por ello el cuerpo, es objeto pequeño a.
A continuación
Miller, distingue el goce del cuerpo del goce fálico, el cual es ubicable, cernible
y cerrado en sí mismo. En psicoanálisis, se distingue entre el cuerpo entregado
al goce en su totalidad y la concentración libidinal sobre el órgano.
A partir de dichas
consideraciones se pueden distinguir tres momentos:
1. Un estado de felicidad del niño, donde la imagen del cuerpo propio no
ha captado, no ha encarcelado el goce del cuerpo, el momento previo a
interesarse en privilegiar la imagen de su cuerpo (introduce aquí la idea del
goce libre, no encarcelado en la imagen del cuerpo propio).
2. El momento en el que suponemos que va a entrar, tenemos el goce del
cuerpo imaginado, tal y como lo introduce Lacan.
3. El momento de construcción histórica, de goce fálico, que intervendría
finalmente como una anomalía en cada uno.
Miller sin embargo
se pregunta: ¿cómo se produce la preminencia del cuerpo propio, si parece que
ese niño granadino no lo necesita para nada? Su respuesta es que entonces, la
preminencia de la imagen del cuerpo propio es un rasgo de la especie humana y
se encarga de diferenciarlo del mundo animal.
El
secreto de la imagen es la castración.
Para Lacan, la
preminencia del cuerpo propio, tiene que ver con la suposición de una falta,
que la imagen del cuerpo vendría a colmar, a tapar. Solamente se puede suponer
que el niño se interese por su imagen mediante la suposición de una falta, que
la misma vendría a colmar.
I (a) La imagen del otro (cubre a lo lejos la imagen del propio cuerpo).
(-) La falta, un menos (el cual precisamente
soporta a la imagen).
La primera versión
del menos de Lacan en el E. del Espejo, es el menos orgánico, dónde la imagen
del cuerpo es una anticipación de maduración orgánica, por tanto, el cuerpo
propio se experimenta en déficit. Así, esta conceptualización del estadio del
espejo, contiene un mecanismo de anticipación y retroacción.
i(a) vale en el
lugar del otro, se encarna en la imagen del cuerpo y el significado del Otro
s(A), es una significación de menos. Es decir, el niño, a veces experimenta la
imagen del cuerpo en el espejo como un plus o como una depresión y, en ambos casos, deviene del Otro. Por
ello, Lacan indica en el seminario IV, que no solo hay júbilo en el Estadio del
Espejo, sino también depresión, es decir, no es una significación estable sino
vacilante, causado por la imagen del cuerpo.
“Por una parte, está la experiencia del dominio, que
dará a la relación del niño con su
propio yo (moi) un elemento de distinción respecto de
sí mismo, que quedará siempre ahí. Por otra parte, está el encuentro con la
realidad del amo. Como la forma del dominio la obtiene el sujeto bajo la forma
de una totalidad alienada de sí mismo, pero estrechamente vinculada con él y
dependiente de él, hay júbilo, pero es muy distinto cuando, una vez recibida ya
esta forma, se encuentra con la realidad del amo. Así, el momento de su triunfo
es también el heraldo de su derrota. Cuando se encuentra en presencia de esa
totalidad bajo la forma del cuerpo materno, se ve obligado a constatar que ella
no le obedece. Cuando entra en juego la estructura especular refleja del
estadio del espejo, la omnipotencia materna sólo se refleja entonces en
posición netamente depresiva, y entonces hay en el niño sentimiento de
impotencia.”
Seminario IV. La relación de objeto. El falo y la madre insaciable.
Mientras en el
texto del E. E. Lacan introduce como menos, el déficit orgánico, en el
seminario IV, se introduce la castración a través de la omnipotencia materna.
Miller introduce
entonces una versión más compleja del menos primario (la imagen del otro i(a),
como tapón de la castración).
Se destaca aquí el
giro de Freud a Lacan, mientras que Freud situaba la castración en el Otro,
Lacan la ubica en uno mismo.
Y siguiendo con el
esquema de anticipación y retroacción, en el eje diacrónico, parece que hay
primero el interés por la imagen del cuerpo propio y la castración se introduce
después, en el eje temporal. Sin embargo dice, también hay retroacción: Para
entender el interés del niño por la imagen hay que decir que la castración ya
condiciona el estadio del espejo.
Ahora bien, Lacan
introduce el objeto a, que indica que la imagen no se sostiene, sin una carga
libidinal, la cual debe ser siempre regularizada. Entonces, ¿por qué mecanismo
se regula?
I(a)
a
(castración)
La
metáfora paterna como soporte de la imagen
La metáfora
paterna, es la regularización del goce por parte de la castración. El soporte
fundamental de las imágenes del cuerpo de los otros y del cuerpo propio es el
Nombre-del-Padre, su acción.
I(a)
NP
Ello, dice miller,
nos permite una verificación de la realidad perceptiva, nos ubica y permite
percibir los alrededores sin demasiadas deformaciones. Aquí ejemplifica lo
comentado, mediante las estructuras clínicas histeria, neurosis obsesiva y
psicosis.
Las psicosis, son
el contraejemplo. Es decir, cuando no hay regulación del goce.
Cita el caso
Schreber y dice de él: cuando se retira la libido del mundo (que escribimos
como petit a), la imagen de los otros se deslibidiniza y tenemos como dice
Miller “un mundo poblado de sombras”, y cuando el movimiento es inverso, esto
es, cuando la libido invade la imagen, vemos ahí el extremo de goce narcisista,
la imagen es invadida de libido no castrada, no regulada. Por ello Schreber,
percibe su cuerpo como un cuerpo femenino, dotado de un goce no reductible al
fálico, un goce que lo invade en su totalidad.
En la histeria, el
sujeto es un agujero, una falta de significante representativo para el Otro y,
la imagen del cuerpo puede funcionar como tapón de la falta de significante del sujeto. Aquí se abre el camino
para entender que la imagen del cuerpo puede funcionar como un significante. En
la histeria, el sujeto se hace representar en el Otro, por la imagen de su
propio cuerpo, de tal manera que, la imagen y su manipulación, funcionan como
mensajes al Otro y dependen de los mensajes recibidos del Otro.
En la neurosis
obsesiva, observamos el cuidado extremo de la imagen del cuerpo propio.
También podemos
observar el valor de objeto de la imagen en las neurosis, cuando la imagen del
cuerpo puede tomar el valora de un objeto excremental, lo que se muestra es un
descuido provocativo de esta imagen. Sobre ello, la anorexia nos da detalles.
Resumiendo, de todo
lo comentado se desprende, que la imagen del cuerpo traduce siempre la relación
del sujeto con la castración.
Miller recurre a la
historia arte para dar cuenta de dicha relación e indica que, todos los
análisis que ha hecho Lacan sobre el campo visual, desarrollan el hecho de que el
secreto de la imagen, es la castración. Lo ejemplifica recurriendo a la historia
del arte:
- En el arte griego, las esculturas representaban la idealización del
cuerpo, la homeoestasis, la imagen de un cuerpo sin goce y sin castración.
- Lo dionisiaco como la representación del falo.
- En el cristianismo, nos enseña el cuerpo glorificado de cristo,
inicialmente como un niño con su madre y, debajo de ello, se señala la falta
femenina. La felicidad que se desprende, es falta ya colmada; y posteriormente,
con las imágenes de cristo en la cruz, nos hace adorar la imagen del cuerpo
torturado, es decir, adorar algo de la castración.
- El arte abstracto, es el resultado de la anorexia imaginaria. Es el
deseo de matar la imagen del cuerpo, matar las imágenes y producirlas sin
sentido. Es casi una castración del sentido.
Asimismo, existe
también la bulimia imaginaria: constantes imágenes de cuerpos en televisión,
publicidad, etc.
La
mirada contenida dentro de la visibilidad misma.
Para introducir el
lugar del gran Otro, Miller introduce el concepto de luz, de alumbrado y dice:
“En tanto que la
luz nos permite ver, en tanto que da visibilidad, lo visual constituye algo análogo
al lugar del Otro” y cita a Merleau-Ponty en su fenomenología de la percepción,
dónde dice al respecto: “es como si alguien ya lo supiera, o lo hubiese visto
antes que yo; en el hecho de que algo sea visible, en la visibilidad misma, hay
como un efecto de Sujeto Supuesto a Saber”.
En psicoanálisis
por ejemplo, el pudor del cuerpo, no implica que el otro no debe verlo. Por
ejemplo, los curas educan a los niños en un “no se debe disfrutar viéndose el
cuerpo”, es como si la visibilidad fuera una profanación, porque en ella hay
una encarnación del gran Otro.
Desde aquí se puede
releer el E. Espejo, dónde el acento siempre está puesto en la actividad del
sujeto, en el mirar del sujeto que reconoce su imagen o no. Sino que lo que
resalta es, la cuestión de ser mirado, muy anterior a ver y considerar la
imagen del cuerpo propio. En el ejemplo del niño del inicio del texto, aun no
tiene acceso a considerarse a sí mismo en el espejo, sin embargo, supuestamente
ya es mirado e incluso, admirado.
La cuestión
entonces es el gran Otro, que nos permite ver y además antes, mira. El que ve
es a la vez visible. Sin embargo,
no hay simetría en ello y lo generaliza: “Nunca te veo desde donde tú me
miras”; aquí se trata de una mirada suplementaria que siempre hay, contenida en
la visibilidad misma. Además de la visión que el Otro puede tener de mí, está
la mirada suplementaria del Otro escondido.
Recurre a una
experiencia de Freud ante la Acropolis, la cual había esperado ver desde hacía
años y ante la cual describe un goce intenso y un júbilo excesivo, con cierta
culpabilidad asociada. En medio de dicho sentimiento, lo que se destaca, según
nos dice Freud, es la figura de su padre. La mirada del padre que se ha hecho
presente. Detrás de la imagen del espectáculo, está la castración, tanto la de
su padre, como la de Freud (el cual se percata en plena vejez, donde se
describe como un hombre impotente y empobrecido).
Ello nos muestra,
que es la extracción del objeto a como mirada, lo que nos permite un
sentimiento de realidad perceptiva y que, cada vez que hay un plus de goce
visual, que algo de la mirada no se puede extraer, puede surgir una mirada que
se impone, como la mirada del paranoico, con una permanente presencia del Otro
en ella.
Al final del texto
Miller, se ocupa de insistir en la importancia de mantener la ficción del Otro,
citando a Lacan cuando afirma, que la única virtud es el pudor.
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